En el extremo del casco antiguo, en la prolongación de la plaza Daniel Huet, la antigua plaza se ha reorganizado en tres zonas.
Al sur de la plaza, como en los planos del antiguo obispo de Avranches, se han plantado 21 espinos alrededor de una zona de juegos para niños. Fiel al plano proporcionado por el arqueólogo que excavó el lugar en los años 70, el arquitecto ha delimitado la nave de la catedral con un muro bajo de granito rematado con un travesaño de roble en el que sentarse. La lápida, que conmemora la penitencia del rey Enrique Plantagenet, se ha reubicado en el emplazamiento del portal norte.
Una triple arcada de acero corten de 6 metros de altura simboliza la puerta principal del desaparecido edificio, y dos mástiles facetados de 33 metros de altura, las torres. Como vigías o señales sobre la bahía, estos mástiles son también, y sobre todo, formidables pararrayos, de los que carecía la ciudad. La explanada frente a ellos ofrece una impresionante vista panorámica de la bahía y del valle de la Sée.